El rancho by Danielle Steel

El rancho by Danielle Steel

autor:Danielle Steel [Steel, Danielle]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1997-01-01T05:00:00+00:00


13

El paseo a caballo de la tarde fue tan agradable como el de la mañana y el grupo estaba compuesto por las mismas personas. Les habían asignado el mismo vaquero y los mismos caballos para toda su estancia, por lo que, antes de salir, la encargada de los establos preguntó si todos estaban conformes. No hubo quejas.

Zoe volvió a enzarzarse en conversación con los otros médicos. Tanya no quería oírles hablar de trasplantes y prefirió dejar solos a Hartley y Mary Stuart, que comentaban un libro que ambos habían leído, de modo que volvió a adelantarse y se reunió con el vaquero. Una vez más cabalgaron en silencio hasta que Tanya no pudo soportarlo más y le miró, pero él no le devolvió la mirada ni se dio por aludido.

—¿Le he molestado en algo? —preguntó ella con irritación. Empezaba a fastidiarle aquel tipo. No le divertía ni le gustaba.

—No, señora. En absoluto —contestó él, inmutable. Pensando que volvería a enmudecer, Tanya sintió deseos de atizarle en la cabeza. Era el hombre más taciturno que había conocido en su vida y no estaba acostumbrada a que la gente se comportara como él.

Sin embargo, Gordon le sorprendió al cabo de un kilómetro, cuando ella intentaba una vez más hacerle hablar.

—Es usted una buena amazona.

Tanya no daba crédito a sus oídos. Gordon la miró de reojo, pero apartó los ojos, como si despidiera una luz cegadora. Ése era su problema, pero Tanya no lo sabía.

—Gracias. No me gustan los caballos. —Ni los vaqueros, pensó. Ni la gente que no me habla. Ni nada de ti.

—Lo he leído en su ficha, señora. ¿Alguna razón especial? ¿Sufrió una mala caída?

Tanya pensó que Hartley tenía razón al afirmar que era tímido y que no estaba acostumbrado a la gente de ciudad. Seguramente lo que acababa de decirle era más de lo que le decía a cualquiera en todo el año. Pero entonces debería haberse buscado trabajo como zapatero, por ejemplo, en lugar de cabalgar con los huéspedes de un rancho, se dijo.

—No, no me he caído nunca. Lo que pasa es que los caballos me parecen estúpidos. Solía cabalgar cuando era niña, pero nunca me gustó.

—Yo crecí encima de un caballo —explicó él—, persiguiendo becerros con lazo. Mi padre trabajaba en un rancho y yo trabajaba con él. —No le contó que su padre había muerto cuando él tenía diez años ni que había mantenido a su madre y a sus cuatro hermanas hasta que éstas se casaron, ni que a su madre aún la ayudaba, así como a un hijo que tenía en Montana. Gordon Washbaugh era un buen hombre, e inteligente, pese a lo que Tanya pensara de él—. La mayoría de los que vienen aquí dicen saber montar, incluso se lo creen, pero lo cierto es que son peligrosos. Acaban mordiendo el polvo el primer día. No hay muchos como usted, señora. —En realidad quería decir más de lo que aparentaban sus palabras. La miró de soslayo y ella se sorprendió al ver que sonreía—.



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